Sin darnos cuenta de nuestro impacto hemos transformado radicalmente la composición de los paisajes, fragmentándolos y empobreciéndolos. Vastas regiones antes dominadas por bosques, selvas, matorrales y pastizales actualmente están drásticamente transformadas en zonas agrícolas, ganaderas, industriales y urbanas. Destruimos y deterioramos hábitats, introducimos especies exóticas que se vuelven invasoras y dañinas, sobreexplotamos a las especies silvestres y contaminamos. Y aún más, nuestro impacto ha llegado a ser global: cambiamos el clima del planeta entero.
Nuestras decisiones cotidianas afectan o benefician la salud de los ecosistemas, de las especies silvestres y finalmente de nuestra propia salud y calidad de vida. Cada uno de nosotros jugamos un papel determinante en esta región, en este país y en este planeta. Cada uno de nosotros hacemos una gran diferencia si nos relacionamos de manera comprometida con la naturaleza, empezando por nuestra actividad más básica y más compleja, nuestra alimentación. Qué y cómo comemos determina en gran medida el estado de nuestra salud y el estado de nuestro planeta.